Noticias 2015

null “Fui como un pajarito en una jaula”

Carlos Giraldo* es un hombre de baja estatura y de risa fácil. Su historia, como la de muchos campesinos del país, está habitada por unos recuerdos que aún duelen como consecuencia del conflicto armado. De vuelta a la tierra que algún día tuvo que abandonar, hoy por hoy se le ve feliz y con la esperanza de un futuro mejor, y más ahora con la vivienda entregada por el Banco Agrario, gracias al proceso de restitución de tierras.

 

Medellín, 19 de noviembre de 2015 (@URestitucion). Ni “Lucero” ni “Estrella” son nombres de cuerpos celestes, ni “Maravilla” es el nombre de un personaje de tira cómica. Son los nombres con los que Carlos Giraldo* bautizó a sus vacas y con los cuales las llama en medio del potrero para que se acerquen a comer. Ellas llegan dóciles como perritos de compañía, y él empieza a hablarles con una ternura que haría pensar a cualquiera que le entienden: “venga pues Lucerito coma…Eso, eso, tiene que comer para que se recupere de su patica y se ponga bien bonita”.

Carlos es uno de los muchos campesinos que tuvo que abandonar su tierra como consecuencia del conflicto armado, que durante los años 90 y principios del 2000, asoló al oriente de Antioquia, tras la disputa territorial entre guerrillas y grupos paramilitares. En municipios como San Carlos, San Luis, Cocorná y su natal Granada, los campesinos fueron testigos de masacres, desapariciones, explosión de minas antipersona, señalamientos y presiones de toda índole por parte de los bandos enfrentados.

En medio de todo esto quedaron los campesinos como Carlos, quienes las únicas guerras que conocían eran las que libraban contra las plagas que invadían sus cultivos de papa y mora o contra las garrapatas que querían chuparle la sangre a sus vacas.

Carlos y unos marranitos recién nacidos

Carlos seguramente derrochó sonrisas como bien sabe hacerlo ese 9 de diciembre de 2000, al celebrar con su familia su cumpleaños número 37. Posiblemente aplaudió y cantó el Happy Birthday mientras se comía un pedazo de torta. Seis días después, el 15 de diciembre, estaba parado en la carretera con sus corotos, su familia y unos marranitos recién nacidos mientras esperaba la “escalera” que lo llevaría a Granada.

Su viaje estuvo presidido por la advertencia de un guerrillero que le dijo que si no le colaboraba al grupo, tenía 24 horas para irse ¡24 horas para empacar en costales toda una vida de trabajo en su finca de la vereda El Roble! Al llegar al casco urbano se encontró con una cantidad de personas, que como él, dejaron lo que tenía para preservar su vida.

Al final Carlos y su familia estuvieron en Granada dos meses porque tampoco había transporte para salir a Medellín. ¿Y los marranitos? Los vendió por lo que le dieran, porque a partir de ese momento la consigna era sobrevivir.

Medellín, la jaula del campesino

“Para mí esa estadía en Medellín fue como si usted cogiera a un pajarito y lo encerrara en una jaula. En la ciudad usted no conoce a nadie, usted es un completo extraño”, con estas palabras recuerda Carlos su paso por la capital antioqueña. No hubo un solo día en que no extrañara el aire puro de su finca, el tinto mañanero que, en su caso, acompañaba con una mandarina del árbol que se encontraba frente al corredor de su casa. En cambio, en la ciudad, en varias ocasiones quiso comerse una “frutica” y no pudo porque no tenía un peso en el bolsillo para comprarla. En esas estuvo durante dos años hasta que se aventuró a recuperar lo que era suyo porque “supuestamente” las cosas estaban más tranquilas.

Lo que se encontró fue otro actor armado que dominaba la zona. Tras la derrota de las guerrillas en los primeros años del 2000, fueron los grupos paramilitares los que empezaron su expansión en el oriente de Antioquia. Nuevamente dominio del territorio y presión a la población civil y, nuevamente, Carlos y sus corotos de camino a Medellín, en esta oportunidad porque varios combatientes empezaron a pretender a sus hijas.

La restitución de tierras, el camino de la esperanza

En el 2013 Carlos conoció el proceso de restitución de tierras y, según cuenta, su vida empezó a cambiar. “Esa es la mejor manera de ayudarle al campesino porque uno habita su finca, siembra nuevamente sus árboles frutales y empieza a tener su ganadito”. Y eso es lo que mejor sabe hacer él: criar ganado. Lo aprendió desde pequeño con un vecino que le dio la oportunidad de ayudarle en las tareas del campo: encerrar el ganado, ordeñar las vacas a mañana y tarde, prepararles la comida y hablarles como niñas consentidas para que se familiarizaran con él.

En la actualidad Carlos hace parte de los proyectos productivos que acompañan las sentencias de restitución de tierras. En Granada, particularmente, se han destinado $900 millones a proyectos que incluyen papa, mora, caña de azúcar y en su caso: cría y levante de ganado.

El oriente antioqueño, con los municipios de San Carlos y Granada, es una de las zonas donde más consolidado está el proceso de restitución de tierras con 65 y 33 sentencias de restitución, respectivamente.

La cereza del pastel

Es 30 octubre de 2015. Carlos, con sus ojos vivaces y su sonrisa fácil, se encuentra en Granada comprando unos materiales para su nueva casa, producto de la orden que el juez de restitución emitió en la sentencia para el Banco Agrario. El operador encargado para la construcción fue la Corporación Ayuda Humanitaria que, en un acto simbólico, entregó en compañía de representantes de la Unidad de Restitución de Tierras y de Freddy Castaño,  alcalde de Granada, 10 soluciones de vivienda para igual número de beneficiarios del proceso de restitución.

En el acto, realizado en la Alcaldía del municipio, estuvieron las personas que vivieron en carne propia las heridas de la guerra. Muchos vieron morir a familiares y vecinos, pero hoy tienen nuevas razones para vivir y soñar, como Carlos, que esperó ansioso que lo llamaran al frente para recibir el plano y el llavero en forma de casa que simboliza la entrada a su nuevo hogar.

“Esto es como se dice por ahí, la cereza en el pastel, porque la casita anterior estaba muy deteriorada, la nueva es una mansión y no me canso de darles gracias a Dios y a las personas que hacen posible este proceso”, relata Carlos.

Epílogo

Allá queda Granada, entre verdes y hermosas montañas que a lo lejos simulan una colcha de retazos. Allá queda Carlos, llamando a sus vacas por su nombre y tomándose un tinto en ayunas con una mandarina que aún se encuentra al alcance de la mano. Y allá su sueño: el de morir de viejo en su finca para irse derecho al cielo cuando Dios lo llame, el de no volver a vivir esos momentos de dolor que alguna vez le amargaron su diciembre y el de inaugurar su nueva casa “con una misa y con un sancocho bien ‘bacano’ con todos los vecinos de la vereda”.

*Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.

Fecha: jueves 19 de noviembre 2015

Fuente: Unidad Administrativa Especial de Gestión de Restitución de Tierras Despojadas

“Fui como un pajarito en una jaula” “Fui como un pajarito en una jaula” “Fui como un pajarito en una jaula”